VÍDEO

14 de diciembre de 2010

CÉSAR HILDEBRANDT: “VARGAS LLOSA COMO VOCERO DE LOS QUE CORTAN EL JAMÓN”

A continuación reproducimos un artículo de César Hildebrandt a cerca de lo que él considera es el rol que cumple (en lo político) el flamante Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, publicado en el semanario Hildebrandt en sus trece, Nº 34.

MATICES

Me temía. Sabía -no me pregunten por qué- que Mario Vargas Llosa, con el soñado Nobel ya en la mano, iba a convertirse en el magno portavoz de quienes cortan el jamón. Es decir, que sin las prudencias que mantenía para no enemistarse con los jurados progres de la Academia Sueca. Vargas Llosa se despojaría de remilgos y de coquetas máscaras y aparecería, por fin, como lo que es: uno de los más talentosos escribidores del sistema mun­dial de dominación.

Y allí está su discurso en Estocolmo: una pieza que la Rand Corporation hubiese aprobada, Ronald Reagan aplau­dido y Benjamín Netanyahu celebrado hasta el delirio.

Vargas Llosa ha condenado al terrorismo, pero sólo a una de sus versiones: la islámica, esa respuesta salvaje y repudiable a tantos años de abuso y dominación. Ni una sola mención al terrorismo de Estado: ni al de los Estados Unidos –extendido de modo planetario como una metástasis de la estupidez– ni al de su filial israelí, concentrado en una diminuta franja a la que le llueven, cada vez que el gobierno de Tel Aviv lo considera nece­sario, balas de uranio empobrecido, bombas de racimo, fósforo ardiente.

Vargas Llosa lo ha dicho con todas sus letras: “Defen­damos la democracia liberal”. ¡Qué franqueza y qué va­cuidad de frase!

O sea que el escritor que ha pregonado siempre que la literatura enmienda a la realidad, postula, al mismo tiempo, desde su flamante Olimpo. la resignación ante lo que considera insuperable: LA DEMOCRACIA LIBERAL (las mayúsculas son mías, pero interpretan el énfasis vargasllosiano)


Porque, dejémonos de monsergas: ¿Qué es la democracia liberal? ¿La de Estados Unidos, donde si quieres mejorar la salud pública dándosela a quienes no están cubiertos tienes que enfren­tar a un ejército de analfabetos cívicos encabezados por Sarah Palin, ejército que, al final, paraliza o esteriliza tus proyectos? ¿O la de Chile, que nació en el mar de san­gre de Pinochet y continúa hoy con un enorme grado de desigualdad y con el desconocimiento de los derechos mapuches? ¿O la del Perú, parida en el golpe de Estado de Fujimori y ahondada hoy por un farsante, con quien Vargas Llosa se ha amistado, que dice que la plata viene sola cuando la verdad es que viene acompañada de una licitación, una ley a domicilio, o una gran concesión frau­dulenta, y que añade que si Humala gana las elecciones él promoverá un golpe de Estado? ¿Esa es la democracia liberal por la que debemos, como caballeros andantes, luchar hasta morir?

¿La democracia liberal es la del cómico Menem o la del trágico Lobo? ¿La de Sarkozy –ese Petain sin bata­llas–, o la de Berlusconi, ese Casanova sin gracia? ¿O la de Rodríguez Zapatero, ese señor que acepta que los esta­dounidenses usen las pistas de aterrizaje de España para sus vuelos con carga humana clandestina? Vargas Llosa callaría si alguien le pidiera precisiones. Pero no calla lo que su astucia y su vanidad le dictan -astucia para congraciarse con los grandes mercados y vanidad para erigirse en voz de una muy supuesta conciencia mundial–. Por eso usa groseramente el podio del Nobel para condenar la dictadura de Cuba y los “populismos payasos” que se le parecen. Y menciona a Venezuela, Nicaragua y Bolivia. ¿Cómo se puede caer tan bajo en la ceremonia de lectura oficial de un discurso por el premio Nobel? ¿Qué derecho puede esgrimirse para ese vertido de insultos? ¿Y si hay po­pulismos payasos no habrá también corretaje de nove­listas?

Una cosa es segu­ra: esas frases de callejón también las habrían fir­mado Condoleeza Rice y la Fox News.

Y luego, ironizando respecto del nacionalismo, otro asunto que le inflama la vejiga, Vargas Llosa habla de “los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos”. No es la única frase huachafamente esdrújula de ese texto leído en Suecia.

Fueron muchas, la verdad. Aquí va otra: “las noches estrelladas de esa tierra caliente”. Y aquí otra, en alusión a la dramaturgia: “Otra de sus formas excelsas (de la literatura)”. En fin, dio la impresión de que Vargas Llosa había escrito ese discurso pensando, casi como un escolar, en frases sonoras mucho más que en ideas nutritivas.

Lo que creo que pasó es que Vargas Llosa no enten­dió que no lo estaban premiando por su militancia de libertario falaz y pistón ideológico del viejo Occidente. Ni entendió que el galardón no se lo estaban dando al feroz defensor de lo establecido. Ni se enteró de que los discursos del Nobel suelen tener moderación, elegancia y un cierto ecumenismo.

A Vargas Llosa se le salió el cursi arequipeño­limeñísimo que lleva adentro. Y no hablo del llanto que interrumpió su discurso –llanto legítimo, comprensible y hasta conmovedor–. Hablo de su impertinencia para pontificar, en un escena­rio inadecuado y desde ese sectarismo conservador que hace años lo esclaviza, repitiendo los lugares comunes del Tea Party y haciéndose eco de las sobras de Francis Fukuyama. Hablo de la pena de haber desperdiciado una gran oportunidad para que el escritor que admiramos nos dijera qué piensa del porvenir del libro, de la literatu­ra industrial, del angosto terreno que le ha quedado a la poesía, del éxito como enemigo moderno de la calidad y la locura creadora, de la mafia de las editoras.

Hace muchos años, como creo haber dicho, fui un lector febril de Vargas Llosa. Ahora que estoy leyendo El sueño del celta compruebo que esa antigua admira­ción ha muerto. No me gusta en qué escritor se ha con­vertido Vargas Llosa: lineal como un durmiente, cuerdo como una cena de negocios, eficaz como una mano de pintura. Tampoco me gusta qué personaje ha llegado a serVargas Llosa: tan narcisista que le cuenta a la Acade­mia cómo cambió el pantalón corto por el largo, cómo empezó a declararse a las chicas y cuánto odia la plaga del nacionalismo (aunque vive en una Europa que prac­tica la xenofobia, una suerte de nacionalismo masivo y federado).

¿Dónde quedó el escritor del desacato que alguna vez habló en la entrega del premio Rómulo Gallegos? ¿Dón­de el intelectual que luchó por la libertad de Heberto Pa­dilla –el gran poeta que el estalinista Fidel Castro mandó encarcelar– pero que no era ni quería ser un funcionario intelectual de los usurpadores de Guantánamo? ¿Dónde está el Vargas Llosa que quisimos tanto? Nadie lo sabe. Ni él mismo.

Lo que sí sé, conociendo algunos aspectos de la pareja, es que el Vargas Llosa reaccionario hasta la hipérbole que habló en Estocolmo es el Var­gas Llosa que durante años, a punta de paciencia, truenos y dulzuras, moldeó para sí Patricia Llosa de Var­gas Llosa. Por ratos tuve la idea insensata de que el Nobel se lo debieron dar a ella.

Aquí en Lima, por supuesto, la corte de aduladores im­pávidos del escritor se deshizo en elogios. Lima, como se sabe, es una ciudad virreinal.
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20 de noviembre de 2010

CÉSAR HILDEDRANDT ENTREVISTADO: “SOY UN NEURÓTICO MILITANTE”


Reproducimos aquí una importante entrevista al más controvertido y reconocido periodista peruano César Hildebrnadt, publicado en "MuladarNews". En ella aborda los vericuetos de política actual en el Perú, sus desencuentros en la televisión e inclusive narra algunos pasajes de su vida personal, de su hermana Martha y de su padre.
    
Lleva dentro de sí el germen de su destino. De adolescente imaginaba su vida escribiendo en un garaje, rodeado de gatos y puchos de cigarrillos. A los 62 años. César Hildebrandt asume su felicidad dirigiendo un semanario y preservando, junto a Rebeca, una ‘convivencia’ en casas separadas. He aquí los recuerdos de un periodista más tentado por la prosa que por la prisa. No toque su televisor.

Las últimas elecciones nos han dejado una fragmentación política que va de mal en peor. ¿Ha sido un apocalíptico preludio de las presidenciales?
No creo que la dispersión sea en sí apocalíptica. Es un hecho que los partidos están en crisis. No nos debe sorprender que ante esta ausencia de instituciones vigorosas se produzca una diáspora de apetitos y votos. ¿Eso hace gobernable al país? Sí, es posible. Desde ese punto de vista, sí se puede decir que las elecciones preludian un país más troceado, que es lo que muchos temen.

En mayo pasado, usted dijo que Lourdes Flores debió quedarse en la carrera presidencial. ¿Qué es hoy Lourdes Flores?
Es una derrotada crónica. Corre el peligro de llevar ese sambenito toda su vida. Va a tener que revisar seria-mente su permanencia en la política porque esta derrota que ya lo es, aun-que gane por 8 mil votos-empieza a convertirse en una especie de karma para ella. ¿Por qué una mujer de ese brillo resulta tan frágil en una elección? Creo que porque es heredera de una retórica inservible, la albacea de un discurso arqueológico y oxidado, que es el discurso de Bedoya Reyes.

Aunque hubo un cambio de actitud en la última semana de la elección.
Sí, claro. El problema es que ya era tarde. Si uno opta por una imagen diferente cuando está perdiendo, la pregunta es: ¿ese cambio es sincero o es un acatamiento de ciertas sugerencias marketeras de sus consejeros?

Es lo último. Lurdes Flores se pone brava cuando está perdiendo. Mientras no perdía hacía lo que siempre hizo el PPC: el muertito, que es su actividad atlética marina favorita.


¿La izquierda ha resucitado con la posible victoria de Susana Villarán?
No. Sería optimista decirlo para un izquierdista e interesado, para un derechista. Lo que ha resucitado es la posibilidad de que una izquierda renovada empiece a tomar el liderazgo, por lo menos, mediático. La no derecha no tenía hasta este momento una representación carismática. Ollanta Húmala dejó de ser carismático tras su derrota y la derecha estaba feliz. De pronto surge esta opción, que es una izquierda que no tiene que pedir perdón a nadie. Es verdad, no es algo organizado. Fuerza Social es la creación a pulso de una emprendedora de la política como Susana Villarán. Es su grandeza, pero también su riesgo.

Keiko Fujimori sigue primera en las encuestas. ¿Cómo se imagina la campaña presidencial?
Si Toledo, Castañeda y Húmala no llegan a un acuerdo para prevenir al país de un retorno del fujimorismo van a demostrar lo miserable que es la política peruana.

¿Usted cree acaso que Húmala se aliará con Toledo y Castañeda?
Si no lo hace allá él, pero usted me está preguntando y yo le contesto desde mí humilde perspectiva. Si no hay una alianza o un frente en contra de esta ‘gonorrea’ que quiere volver a visitarnos, corremos el riesgo de que la hija del ladrón y asesino Alberto Fujimori regrese. Aquí hay un solo adversario, pero ya no del sistema-en el que no creo-, sino un adversario del país: el fujimorismo.
…Si tengo que votar entre una tenia y Keiko, voto por la tenía. Por lo menos será ‘tenia’ voto por Popy. Voto por Perochena. Prefiero mil veces a un tipo de Lurigancho que a un fujimorista. Por lo menos, el tipo de Lurigancho tiene la equívoca, la poética honestidad de ser ladrón y decirlo…
Recuerde que en el 2000 no se aliaron ni Andrade ni Castañeda ni Toledo.

Sí, pues, pero aIgo se aprende, ¿verdad? No creo en la teoría del progreso, pero sí creo que hay que ser muy bruto para no aprender de experiencias tan aleccionadoras y tan recientes. Confío en que o Castañeda y Toledo se alíen. Y si Húmala puede entraren esa alianza demostraría una enorme madurez.


Si hoy fueran las elecciones, ¿por quién votaría?
Yo votaría por una tortuga ecuestre, con tal de que no sea por Keíko, Póngame lo que quiera. Si tengo que votar entre una tenia y Keiko, voto por la tenía. Por lo menos será ‘tenia’ voto por Popy. Voto por Perochena. Prefiero mil veces a un tipo de Lurigancho que a un fujimorista. Por lo menos, el tipo de Lurigancho tiene la equívoca, la poética honestidad de ser ladrón y decirlo.

¿Extraña el poder de la televisión?
No. Extraño sus sueldos. La televisión para un tipo como yo, que viene de la prensa escrita.es muy mutíladora. La televisión exige que uno empobrezca su lenguaje, que los reportajes sean de una sencillez casi regurgitada. En televisión se pinta con plumón, se pinta con brocha gorda y la prensa escrita sí tolera el refinamiento. La televisión me obligó por muchos años a reducir i mi léxico a 300 palabras, incluyendo preposiciones.

¿Le ha cerrado la puerta a la televisión?
No la he cerrado, pero yo estoy vetado por Ala n Ga reía todo este régimen. Un veto explicable, no me quejo, yo me lo he ganado, pero es un veto. Yo no saldré en la televisión hasta que,García acabe su gobierno.

Pero su gobierno ya está acabando.
No lo sé. Ahora estoy muy compro-metido con mi semanario. Amo ese proyecto. Lo hemos hecho con Rebeca Diz, mi novia. Ella me ha empujado con el femenino argumento de “tenemos que hacer algo de donde no te puedan votar”. Si viene una oferta la examinaré, pero no tengo síndrome de abstinencia por la televisión, no tengo dolores abdominales como un heroinómano.

Usted ha venido escribiendo un libro sobre su paso por la televisión. ¿Cuándo va a publicarlo?
Depende de mis editores, Tierra Editores, que tan bien se han portado conmigo. Sin embargo. Ahora estamos preparando simultáneamente otro l¡-bro.que es el de mis columnas. Son más de mil 200 columnas. Estamos tratando de rebajarla un poco. Van a tener que ser dos tomos. Debe salir para la Feria del Libro.

Su padre fue marino, ingeniero y trabajó en la Compañía de Vapores. ¿La imagen de él está muy presente en usted?
Sí, pienso en él constantemente. Es una manera de decir que cada vez que pienso en mi propia vejez, pienso en él. Pero él tuvo una vejez estupenda, porque era un hombre muy vital. En realidad, se murió para cumplir con un deber.

¿Para cumplir con un deber?
Para cumplir con el deber del calendario (ríe).Tenía 94 años. Lo recuerdo como un tipo vital lleno de historias, vinculadas muchas de ellas a sus viajes. Fue un apátrida marino viajando por todas partes y también estuvo en las calderas porque era la Compañía de Vapores. Las calderas le produjeron una úlcera que estuvo sangrando durante muchos años, lo que, de algún modo, lo apartó de esa vida. Mi padre nos visitaba, pero con mi madre viví. Mi padre siempre fue una figura ausente.

Dígame, ¿es mejor un padre muerto que un padre ausente?
No, pero lo mejor no es lo que se obtiene. Lo que se obtiene es lo que es, y hay que ponerle cara a lo que es. No hay nada peor que quejarse de lo que es. Ese nunca fue mi estilo. De pronto, tener carencias de tipo afectivo es mejor que tener un superávit de afectos, porque muchas cosas las he hecho por la estricta razón de que la gente que me rodea me quiera.

Usted fue el único varón de la casa, rodeado de sus tres hermanas.
Sí, yo el engreído, el niño mimado.

Eso puede ser bueno y malo. En algún sentido crecí con algunos engreimientos que poco a poco la vida me fue quitando con sus golpes. Pero mi madre partía de una premisa sabia: si la vida te va a fregar, porque te voy a fregar yo.


¿La vida fregó mucho a su madre?
No, mi madre fue una mujer feliz. Cantaba tangos. Hasta que tuvo su dolencia vascular que la llevó a un primer derrame-fue una mujer absolutamente inolvidable y vital. Era inteligente, apasionada, melómana y muchísimo más culto que el promedio. Por ella aprendí muchísimas cosas.

¿Por ejemplo?
A leer. Era una mujer que leía y que enseñaba. Ella era profesora de inglés. Había trabajado en el Royal Bankof Ca nadá porque su inglés se lo permitía. El derrame cerebral. al parecer, le obstruyó algunas venas de la zona del cerebro que controla el lenguaje. Lo sorprendente para los médicos fue que, cuando se recuperó. Ella comenzó a hablar solo en inglés durante tres meses.

Su padre estuvo sucesivamente con dos hermanas, y usted es hijo de la segunda hermana. ¿Cómo se trataba ese tema dentro de su familia?
Se trataba con naturalidad y hay tantos casos. Ahora que las inhibiciones han desaparecido y todo el mundo es menos hipócrita, pues esto es absolutamente normal. En todo caso, fuimos unos adelantados porque tratábamos con naturalidad lo que había sucedido. Mi padre fue un gran seductor. Después, siguió demostrándolo.

¿Y usted es un gran seductor?
No. Nunca pretendí ser un gran seductor. Me han hecho una leyenda de ser seductor, pero no es cierto. Tengo dos matrimonios, dos divorcios, una tercera unión con Rebeca y lo demás han sido daños colaterales, choques sin fuga (ríe), pero nada más. Todo el mundo tiene una época de cierta locura voraz, de cierto apetito deportivo a irresponsable por la variedad.

¿Esa época ya pasó?
Hombre, claro que sí. La felicidad real consiste en amar lo suficiente como para no desear ninguna otra cosa. Al final de cuentas, la felicidad es el sosiego.

¿Qué le dio y qué le quitó su paso por el Colegio Militar Leoncio Prado?
No me quitó nada. Me dio mucho. Me dio una gran educación. Había un gran nivel. Los que enseñaban eran los que escribían los libros de texto para los demás colegios. Tengo un gran recuerdo académico. En cuanto a sus ritos disciplinarios, pues nunca los obedecí.

¿Cómo se rebelaba?
Me rebelaba mereciendo castigos. Hubo periodos en el cuarto y quinto lo año donde no salía del colegio por dos meses. Estuve castigado más de sesenta días consecutivos. Acumulaba puntos. Yo fumaba y era castigo. Yo usaba una prenda antirreglamentaria y era castigo. Y me daba la gana y lo hacía. Al contrario, fortaleció mucho mi carácter. Me importaba un rábano que me castigaran.

Cuando era adolescente, usted soñaba escribiendo en un garaje, rodeado de gatos y puchos de cigarrillos. ¿Es un amor al que le ha puesto los cuernos?
Sí, claro, pero le he puesto los cuernos a muchísimas otras utopías personales que se fueron diluyendo en el camino, pero que fueron reemplazadas por otras. Nunca me imaginé teniendo un semanario donde pudiese escribir lo que me diese la gana sin necesidad de publicidad y viviendo de mis lectores. Lo maravilloso de la vida es que, de pronto, aparecen sueños que uno no calculó.

Rebeca y usted viven en el mismo condominio, pero en casas separadas. Eso ayuda, ¿no?
Sí, ayuda. Ayuda porque evita ciertos roces banales y cotidianos, que a veces tienden a oxidar una relación, a ponerla en peligro. Y tratándose de un neurótico militante como yo, esos detalles son importantes. Yo necesito muchas veces estar solo. Leer solo y tumbarme solo a leer porque yo no puedo leer sentado, tengo que echarme para leer. Desde que tengo memoria, yo leo en mi cama.

¿Sabe usted que su hermana, Martha Hildebrandt, también lee en la cama, pero lo hace boca abajo con los codos sobre la frazada?
Si, lo supe. Es algo que yo no podría hacer porque mi tensión muscular cervical me lo impide. Yo leo al revés. Leo boca arriba. Probablemente a ambos nos venga de algún gen holgazán que no será germánico, sino más bien cholo.

Martha Hildebrandt siempre se ha referido a usted como alguien brillante.
Yo también creo que es una mujer brillante.

¿Las discrepancias son solo políticas?
Sí. Yo alguna vez escribí una columna excesiva, que es una de las cosas de las que me arrepiento. Fue una columna excesiva, vitriólica, surgida de la política y no de la humanidad, y yo creo que esa columna merece una disculpa pública. Martha es una mujer muy brillante. Discrepo de sus puntos de vista políticos, pero eso no nos debería llevar a una guerra de adjetivos. Creo que ha sido una de las mujeres más brillantes que ha tenido-no la política-sino la lingüística. Es reconocida como una autoridad de tamaño universal.

¿Cómo es su relación con ella?
Inexistente. Fue en algún momento fluida, pero Fujimori nos terminó de apartar. Su hija trabajó conmigo durante mucho tiempo. Fuimos cercanos hasta que el mandarín nos separó. Si hay algo que no he podido deglutir nunca ha sido el estilo de Fujimori. Fujimori pudrió al Perú y ojalá que no le permitamos a su hija volver a hacerlo.

Fuera de esa columna vitriólica, ¿de qué más se arrepiente?
En lo profesional, de nada. He cometido errores y algunos aciertos, pero me he esforzado muchísimo en ser auténtico. y creo que relativamente lo he logrado. Quizá me arrepienta de haberle dedicado tantas horas y tantos años al periodismo. Eso produce un leve amargor en mí, pero tampoco más. Y en lo personal, me arrepiento de haber estado poco tiempo con mis hijos.

Es una deuda pendiente.
Si, pero ya no pagable porque pertenece al pasado. Y no se puede rebobinar el tiempo. Es una deuda que quedará ahí intacta y doliente.

¿Cuándo fue la última vez que lloró?
¡Madre mía!, no me acuerdo. Soy de poco llorar. No porque considere que sea poco viril. Sino que tiendo a creer que las lágrimas son una exhibición excesiva del sufrimiento y tengo una idea de la sobriedad un poco británica: el sufrimiento debe ser más íntimo, menos público. Relaciono el llanto con la impudicia.

¿Y llorar a solas?
Llorar a solas sería lo mismo porque me estoy viendo yo y juzgando yo. Yo tengo esa característica: me juzgo aun estando a solas. Desde esa perspectiva, no suelo estar solo ni cuando estoy solo. Es verdad. Hay algo ahí extraño, pero así funciono yo.

¿Le aterra la muerte?
Me disgusta como a cualquier ser humano. Si alguien le dice que la muerte no le aterra, no tenga usted duda de que está hablando con un estupendo o con un mentiroso. No es agradable la muerte, pero hay que hacerse la idea de que la desaparición forzosa no es un invento del Grupo Colina. Es un invento de Dios.

¿Qué lectura hace de la cachetada de Alan García al joven Richard Gálvez? ¿Qué nos dice ese arrebato presidencial?
En primer lugar, quiero decir que insultar al Presidente -así delivery personalmente no dice nada bueno del estado psicológico del insultador. Pero tampoco dice nada bueno del estado psicológico del insultado. El insultado ha demostrado que su salud mental no está bien. El autocontrol es una de las cualidades que más se admira en un político, y el Presidente ha demostrado que su autocontrol está fallando.

La relación prensa-poder no es color de rosa y García ha dicho: “Un diario y un programa de televisión van a tener que explicar por qué juegan así con estas cosas”. ¿Cómo tomar esta declaración? ¿Cómo una amenaza?
Más que una amenaza, yo diría que es una bravata vacía. No hay que tomarlo tan en serio para no caer en el mismo juego de las provocaciones. García no ha tenido una buena relación con la prensa, excepto con la prensa vasalla. Ha estado acostumbrado a un entorno servicial y de pronto ve una actitud valiente. Lo que hizo Diario 16 fue simplemente narrar un hecho. El hecho no es agradable, es verdad, pero ha sido simplemente narrar un hecho.

¿Qué le han parecido las declaraciones del presidente del Poder Judicial, Javier Villa Stein?
Por ahí he visto que a Villa Stein le dicen ahora Pancho Villa. Como usted sabrá, Pancho Villa fue el macho mexicano más matador, y Villa Stein nos ha hecho retroceder en la máquina del tiempo, lamentablemente. Justo el hombre que tiene que ver litigios, justo el hombre que maneja. el poder civilista, justo el hombre que ve la resolución de conflictos, apela ahora a la fuerza bruta. No sé qué hace el señor Villa Stein en la presidencia del Poder Judicial. Debería estar en la presidencia de la Federación de Box.

¿Qué le parece toda esta parafernalia montada por Palacio para ‘librar’ al presidente del escándalo?
En mi semanario he escrito una columna, donde digo que quizá lo más grave de todo ha sido la mitomanía con la que se ha querido enterrar todo esto. En Estados Unidos a Clinton se le rechazó por la mentira, no por lo sexual. La mentira es unas de las cosas que menos se tolera en la vida y en la política. Y el Presidente ha vuelto a demostrar que su capacidad de mentir está intacta. Como lo demostró cuando dijo: yo nunca he ordenado masacrar a los presos de El Frontón. Una de sus mentiras más sombrías.

Referencia:

Fuente: Diario16
MICHAEL A. ZÁRATE

10 de noviembre de 2010

EL HISTORICO DERECHAZO DE MARIO VARGAS LLOSA A GABO


A continuación, reproducimos el artículo de "El MUNDO" que refiere al anecdótico pugilato entre dos grandes de la literatura latinoamericana: Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez.


El momento en que Mario Vargas Llosa le propinó el puñetazo histórico a su amigo y colega Gabriel García Márquez fue el 12 de febrero de 1976, durante la exhibición privada de la película Sobrevivientes de los Andes, en el Palacio de Bellas Artes de México.

Antes de la exhibición, García Márquez, que entonces tenía 49 años, se acercó a su amigo para darle un abrazo, y Vargas Llosa, nueve años más joven, le increpó mientras le soltaba un derechazo seco y contundente: «¡Cómo te atreves a abrazarme después de lo que le hiciste a Patricia en Barcelona!».

El novelista colombiano cayó al suelo con el rostro ensangrentado (el puñetazo, como muestran las fotos recientemente publicadas, se alojó entre el ojo izquierdo y la nariz), sin emitir ni un quejido, ni una palabra en público. Entonces la escritora mexicana Elena Poniatowska fue a buscar un filete y se lo puso en el rostro al colombiano, tratamiento que durante la noche le siguió aplicando Mercedes Barcha a su marido en su casa del barrio de Pedregal. Y el remedio fue un paliativo tan eficaz, que a los dos días García Márquez apareció sonriente en el estudio de su amigo Rodrigo Moya para que le tomara unas fotos que dieran testimonio de la agresión. Treinta y un años después se acaban de publicar en el diario La Jornada, de México.

Fue un final de novela imprevisible en la amistad de dos grandes novelistas de América Latina. Pero nada podía presagiar semejante desenlace cuando se conocieron la noche del 1 de agosto de 1967 en el aeropuerto de Maiquetía de Caracas. Para entonces, hacía tiempo que venían cultivando una amistad epistolar entre México, París y Londres. Se habían leído y sin duda se admiraban.

Vargas Llosa llegaba de Londres para ser coronado con el Premio Rómulo Gallegos por su reciente novela La casa verde, y García Márquez llegaba de México para participar en el XIII Congreso Internacional de LiteraturaIberoamericana. Pero su objetivo primordial era conocer a su amigo y acompañarle en la concesión de dicho premio. Desde el primer momento se hicieron inseparables: conversaron sobre todo lo habido y por haber, participaron juntos en las sesiones del congreso de escritores, hicieron declaraciones juntos y bromearon con los periodistas. Y durante esos primeros 15 días de agosto siguieron estando juntos en Caracas, Mérida y Bogotá. El 15 de este mes se despidieron en la capital de Colombia, pero sólo hasta principios de septiembre, cuando volvieron a encontrarse en Lima, donde participaron en un memorable diálogo en la Universidad de Ingeniería de Lima y García Márquez hizo de padrino en el bautizo del segundo hijo de los Vargas Llosa, a quien pusieron de nombre Gabriel Rodrigo Gonzalo.

García Márquez se instaló en Barcelona a finales de ese año, donde vivió siete años y escribió El otoño del patriarca y los cuentos de La cándida Eréndira. Vargas Llosa continuaba en Londres, donde daba clases en una universidad, hasta que Carmen Balcells le dijo que no perdiera tiempo en la Universidad, que ella se encargaba de asegurarle una mensualidad básica para que se sentara sólo a escribir sus novelas. Entonces Vargas Llosa dejó Londres y se radicó en Barcelona, a una cuadra de la casa de García Márquez, en el barrio Sarriá. Su amistad se estrechó hasta tal punto que compartieron libros, ideas, amigos… Fue entonces cuando el peruano, deslumbrado por la lectura de Cien años de soledad, que aún considera una de las grandes novelas del género, dedicó dos años de estudio a la obra de su colega y amigo. Por su parte, el colombiano no ahorraba elogios cuando se refería a su amigo.

Hay tejida toda una maraña de conjeturas sobre el origen del desencuentro de estos dos grandes púgiles de la novela latinoamericana. Cualquier versión que se dé carece de veracidad definitiva. El mismo Vargas Llosa comentó que la verdad nunca se sabría del todo porque ni él ni García Márquez iban a hablar de eso.

Hay quienes pretenden que los celos profesionales del peruano empezaron a hacer mella en su amistad, pero esto queda desmentido de antemano por su monumental Historia de un deicidio, que sigue siendo el mejor estudio analítico de la obra garciamarquiana.

Otros sostienen que fueron las divergencias ideológicas, que llevaron al peruano a abjurar de la izquierda latinoamericana y del castrismo, lo que empezó a erosionar su relación. Pero aunque pudo haber sido un elemento coadyuvante, no explica por sí solo el cruento puñetazo.

Todo parece indicar que el distanciamiento definitivo se debió a un problema, real o inventado, de faldas y de celos. Pero aquí entramos en un terreno de arenas movedizas, donde no estamos seguros de dar ningún paso en firme.

La leyenda o una de las leyendas dice que, tras dejar Barcelona y regresar a Perú a mediados de 1974, Vargas Llosa conoció y se enamoró locamente de una mujer que iba en el barco en el que él viajaba con su mujer, Patricia Llosa, y sus hijos. Poco después, el peruano dejó a su familia y se fue a Estocolmo a vivir con la azafata sueca el amor más desaforado de su vida, tanto que se olvidó hasta de la literatura.

Mientras, Patricia regresó con sus hijos a Barcelona, y los García Márquez se convirtieron en su pañuelo de lágrimas. En algún momento, mientras departían solos en la cafetería de algún hotel barcelonés, Patricia le pidió un consejo a García Márquez sobre si creía que debía separase de su marido, después de lo que le había hecho.

Según versiones próximas al colombiano, éste le dijo que si creía que debía hacerlo, pues que se lo planteara claramente a su esposo cuando volviera, pero que no se precipitara. Otras versiones próximas al peruano sostienen que esa noche ocurrió lo peor (o lo mejor), lo que Vargas Llosa habría de considerar como la gran traición de su amigo.

Lo cierto es que, cuando el marido fugado volvió a casa y los esposos se reconciliaron después de una pelea monumental, Patricia se sacó la enorme y vengativa solitaria que había estado incubando en su corazón, echándole en cara a su marido que ella, Patricia Llosa, tampoco había perdido el tiempo, pues había estado «con tu gran amigo Gabo».

Vargas Llosa tomó las palabras de su mujer al pie de la letra, según lo dictaba el contexto, y durante más de un año en que no se vio con García Márquez fue alimentando la solitaria del marido celoso, hasta ese día ingrato del 12 de febrero en México.

FUENTE: El Mundo

VÍDEO: LA INVASIÓN DEL PERÚ, CAUSAS Y CONSECUENCIAS